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Grandes tesoros encontrados con detectores de metales

Aunque ahora todo el mundo puede utilizar un buen detector de metales, lo cierto es que a comienzos y mediados de siglo solo el ejército y otros cuerpos dependientes de la Administración pública tenían opciones reales de encontrar grandes botines.

Algo así ocurrió en 1946 cuando unos inspectores postales utilizaron un buen detector de metales prestado por las fuerzas armadas de los Estados Unidos de América. Estos inspectores pusieron el foco en la vivienda de un extrabajador de correos y mensajería. El hombre, que había fallecido unos días antes, tenía escondido un gran botín en su jardín, ya que ocultó dinero en tarros y latas a unos tres metros de profundidad. El montante total ascendía a más de 150 000 dólares de aquel momento, que ahora podrían acercarse ¡al medio millón de dólares!

Otro gran descubrimiento tuvo lugar en 1952, cuando Edward Rowe Snow, cazador de tesoros de Massachusetts, encontró ocho doblones de oro del siglo XVIII. Las monedas estaban junto a su último dueño, del que solo quedaba el esqueleto, pero que seguía sujetando su botín ignorando que esa sería su última acción.

Edward Rowe Snow
Edward Rowe Snow

Y es que la profesión de cazador de tesoros ha sido muy productiva para algunos estadounidenses con suerte. Que se lo digan al grupo de cazadores de Texas que en 1966 encontró toda una mina de oro abandonada, la de San Saba. Esta había sido abandonada por los españoles tras una invasión de los indios comanches nativos. Lo cierto es que los españoles del siglo XVIII dejaron muchos tesoros ocultos en América… ¿Cuántos quedarán por descubrir?

Es cierto que los grandes botines datan del siglo XVIII, relacionados muchos con la presencia española en tierras del norte de América, pero hay excepciones. Muchos barcos españoles que salieron de la península en busca de oportunidades y fortuna en América no llegaron a su destino. El largo viaje dejaba maltrechos a los barcos que, pese a que llegasen cerca de la costa, no podían superar las olas o los ataques de los nativos. Por eso, muchos barcos quedaron encallados y, después, hundidos en las playas. Mike DeMar, un buceador de Key West, encontró hace doce años uno de los tesoros españoles más antiguos: un cáliz de oro de un barco hundido hace cuatrocientos años, en 1622.

Estas son algunos de los descubrimientos más conocidos. Sin embargo, los detectores de metales también te permiten desenterrar tesoros y recuerdos escondidos por sus dueños y que nunca fueron recuperados. Así ocurrió con un Ford T de 1926, escondido bajo tierra por su dueño sin conocerse aún el motivo. Fue descubierto cuarenta años después en Detroit. En el mismo año fue enterrado, por Miles Baker, un anillo de recuerdo de su etapa en la educación secundaria. Roy Lloyd se lo devolvió a su dueño… ¡medio siglo después!

Como ya hemos dicho, es extraño encontrar grandes baúles con oro; pocos quedan sin ser encontrados. En cambio, los detectores de metales son el aliado perfecto para los fanáticos del mundo bélico. El mundo, tal y como lo conocemos, presencia guerras de forma ininterrumpida. Con la llegada de las armas de fuego aumentó exponencialmente la cantidad de armas, balas y proyectiles ocultos bajo el suelo, así como casquillos, tuercas y demás materiales.

En cierta medida, la munición de las dos grandes guerras del siglo XX no solo se presenta como un botín dispuesto a ser encontrado, sino que contamina nuestros bosques y mares. ¿Y si ayudamos a descubrirlos? Quizá sea una tarea ardua y difícil, ya que son miles de millones de toneladas de material bélico. Por ejemplo, solo en los mares del Norte y Báltico, junto a las costas alemanas, el ejército de la Alemania de Hitler arrojó al mar más de 1,6 millones de toneladas de munición.

En España, la Guerra Civil, que arrojó cerca de 500 000 víctimas, también dejó escondidas bajo el suelo toneladas de armamento, una gran cantidad aún sin detonar. ¿Sabías que España destruye cada año cerca de 5000 artefactos de la Guerra Civil? Esta cifra aumentó durante el boom inmobiliario, cuando se empezó a construir en lugares hasta ahora abandonados. Con esto no te animamos a encontrar bombas con tu detector de metales, ya que sería una recomendación peligrosa. En cambio, puede ser una buena oportunidad para encontrar balas y casquillos, así como complementos originales de la época, como relojes, cuchillos, latas de comida o marcos de foto.